sábado, octubre 4

Supongo que así comenzó todo, como dos tontos escondiéndose de sus miedos, de lo duro de la vida, de lo frágil que es el alma cuando el sol no tarda en ponerse en el horizonte. Y en esa pequeña banca del parque frente al mar, una tarde de primavera, yo ahogaba mis penas y probablemente tú las tuyas. Me paré lentamente hacia el muro del malecón y me seguiste con sigilo. Te paraste a mi lado murmurando algo, nunca supe si me lo decías a mí o hablabas contigo. Volteé y te sonreí. No voy a negar que ya te había estado observando antes, tu mirada tan gélida, tu pelo enroscado, tu boca haciendo un gesto de esos que me volvían loca y una nariz casi perfilada. Volviste a hablar.

-Que tarde para más fría
-Es la brisa del mar
-Veo que traes un cuaderno
-Sí, estoy tratando de escribir
-¿Eres algo así como periodista?
-Escritora
-¡Ah! Interesante
-Supongo que sí.

Se produjo un silencio largo, un vacío inmenso, y yo no sabía que fuerza mayor había hecho que me hablaras. Volviste tu mirada a mí y me invitaste a tomar un café y como es de costumbre yo debí haberte rechazado, pero NO, esta vez algo en mí decía que debía aceptarlo. Fuimos a una de esas cafeterías bohemias, si, una de esa a las cuales solían acudir artistas y otra clase de personas raras como tu las llamaste. Hablamos como dos viejos amigos que no se ven hace mucho, me contaste tu vida y yo lo poco de la mía.

Intercambiamos miradas, profundas, enigmáticas. Sonrisas sinceras, con un poco de picardía, pero jamás fingidas. Porque contigo, en ese momento, no podía fingir, era yo, y mi verdadero mundo, era yo y algo que hace mucho no sentía, ya no éramos yo y mi soledad, éramos yo y un vacío llenado por tu presencia, por tu buena voluntad. Y sentía que te podía amar, que contigo podía dar la vuelta al mundo en un segundo, que podía ser la mujer perfecta, la buena esposa, la buena madre. Te paraste para ir al baño y fue donde por fin mi mente volvió a la realidad. Estaba con un extraño imaginando una vida. Arranqué una de las hojas de mi cuaderno para escribirte y lo deje sobre la mesa, me paré y me fui.

La vida siguió con su rumbo, giro como debía haberlo hecho y después de unos años yo me encontraba en una relativa felicidad. Estaba a punto de publicar mi primer libro, que me había costado tiempo y esfuerzo escribir. Pero finalmente estaba cumpliendo mi sueño y no paraba de percibirme a mí en una mesa con gente al frente mío pidiendo que autografíe su libro, MI LIBRO. Y el ego se iba por los cielos, y me envanecía con mis propios pensamientos. Pero jamás volví a ver alguien con los ojos que te vi a ti ese día, con esa sinceridad. Jamás me volví a sentir, tan mujer, que pudiera llegar a ser tan buena esposa, tan buena madre. Pero supuse que te olvidaría, o por lo menos así fue por algún tiempo.

Entonces fue, una tarde de primavera que te volví a ver. Estabas en la cola de la firma de mi libro. No tienes idea de lo nerviosa que me puse, verte ahí, tan despreocupado de la vida, tan inocente, tan tú. Y, como dos tontos escondiéndose de sus miedos, de lo duro de la vida, de lo frágil que es el alma cuando el sol no tarda en ponerse en el horizonte, nos miramos como aquél día, volviste a sonreírme suavemente y todo fue perfecto y ya sabes.

miércoles, octubre 1


Hay monstruos grandes y pequeños en mi núcleo.
Los grandes entorpecen mi visión, los pequeños me matan con el tizne.
Un día de estos no veré más el sol, un día de estos ya no podré respirar.

martes, setiembre 16

Ayer debió ser el fin del mundo,
pero lamentablemente hoy me levante viva,
aunque con los núcleos destruidos,
las sienes destrozadas y
las células regenerandose cada vez con mayor rapidez.

domingo, setiembre 14



Con un brillito cadmio en los ojos
me has dejado suspendida en tu mirada
y aún busco los sin sabores de ese día
que me vuelven loca en mis sueños,
que me acortan la respiración
y que me hacen sentir tan culpable que ahora
mismo podría ahorcar(me/te).


Y en una esquina del universo, deseo, deseo con toda el alma no volverme a ilusionar.


jueves, setiembre 11

Tóxico

Cuando te acercas a mí el aire es tóxico
Porque contaminas mis células y
Es imposible verte de otra manera
Porque no es que quisiera sentir esto
Pero es demasiado tarde, y mi mente no puede
Replegarse.

domingo, setiembre 7

Consejo.

Así es querida amiga, las cosas no son tan fáciles de olvidar. Creemos que nuestra mente es poderosa, que lo que pensamos se va a cumplir, nos volvemos ilusas, tontas, tal vez unas idiotas, no lo sé. Pero como te dije, te diré, y yo me lo repito diariamente para así internalizarlo:
"Ese tropezón, esa caída que ahora nos ha dejado una gran herida, no nos puede dejar tiradas en el suelo, lamentandonos por lo que ya pasó. Lo único que hacemos con nuestras lágrimas cayendo sobre el lodo es incrementarlo. Compremonos unas zapatillas nuevas, que seguro que las que tenemos ya no sirven para este nuevo camino, parate, y continua, que la ruta es larga y hay mucho que aprender".
Aún creo que la mente es poderosa, pero no para cosas del pasado, simplemente eso ya no se puede cambiar.

lunes, setiembre 1

Departamento.

Salíamos del departamento como un día cualquiera, solo que esta vez no terminaríamos durmiendo juntos como siempre. Esta vez no llegaste. Y hasta ahora no entiendo la razón. Es decir, trato de entenderla, pero no has querido explicármela en la cara, no has querido dejarme una nota, solo te has ido, así sin un porqué. El individual sigue en tu sitio, exactamente frente al mío, y la huella del café de tu taza dibuja un círculo casi perfecto. Todo sigue tan intacto desde ese día, todo hasta el dentífrico destapado en medio del lavabo. El vaho en el espejo del baño, tu almohada en la cama, la mía en el piso, tu olor en la sábana, tu sombra en la pared.

Dime que no te has ido por la pelea de hace unas noches, por las tonterías que dije, por la falta de sutileza gracias al alcohol. Dime que hice el ridículo y que te reíste de mí como siempre, por mi torpeza, por mi no-femineidad. ¿Te has molestado verdad? Esta vez no te has reído de mí, esta vez no fui el chiste como siempre, solo fui como un mono desquiciado en medio de la plaza, buscando que lo metan otra vez en una de esos baulitos que al girar la manija emite un sonido y yo doy vueltas, bailo y me vuelven a meter. Solo era eso, una necia. Pero no fue mi intención, y tú también tuviste la culpa. No debiste comprar esa botella de vino.

En primera instancia no debiste de haber llegado tan efusivo ese día y querer celebrar por todo. Ni siquiera sabías como estaba yo, no me preguntaste, como siempre. Yo hacía las preguntas, tú me respondías. Cuando ya no tenía más que decir, entonces se formaba ese silencio que casi siempre nos ahogo a ambos en las noches de largas conversaciones por teléfono. Silencios que a veces eran palabras no dichas por orgullo, silencios a veces mortales que demostraban la incomodidad de cada uno.

Desde ese día dejaste un vacío en la casa, tan profundo como el abismo que un día saltamos, tan largo como el viaje que nunca realizamos, tan inmenso como este universo y la galaxia y las estrellas, tan perfecto como el día en que te vi por primera vez y supe que si te tenía ahora, algún día te ibas a ir. No todo lo bueno dura para siempre. Tú eras demasiado bueno, yo era muy torpe. Pero eso no quería decir que debías tratarme como una mula, era persona, y también sentía. Ya no importa, ya te has ido, y aunque el individual, el dentífrico, la almohada y ese espectro que queda de ti me persigan casi acosándome, un día de estos barreré la casa, limpiare el individual, botaré el dentífrico y también tiraré la almohada al piso, porque como sabes, odio dormir con ellas. Y si te gustaría saberlo, las paredes del departamento ya no extrañan tu voz, pero mis oídos piden a gritos volverte a escuchar.

;;