lunes, setiembre 1

Departamento.

Salíamos del departamento como un día cualquiera, solo que esta vez no terminaríamos durmiendo juntos como siempre. Esta vez no llegaste. Y hasta ahora no entiendo la razón. Es decir, trato de entenderla, pero no has querido explicármela en la cara, no has querido dejarme una nota, solo te has ido, así sin un porqué. El individual sigue en tu sitio, exactamente frente al mío, y la huella del café de tu taza dibuja un círculo casi perfecto. Todo sigue tan intacto desde ese día, todo hasta el dentífrico destapado en medio del lavabo. El vaho en el espejo del baño, tu almohada en la cama, la mía en el piso, tu olor en la sábana, tu sombra en la pared.

Dime que no te has ido por la pelea de hace unas noches, por las tonterías que dije, por la falta de sutileza gracias al alcohol. Dime que hice el ridículo y que te reíste de mí como siempre, por mi torpeza, por mi no-femineidad. ¿Te has molestado verdad? Esta vez no te has reído de mí, esta vez no fui el chiste como siempre, solo fui como un mono desquiciado en medio de la plaza, buscando que lo metan otra vez en una de esos baulitos que al girar la manija emite un sonido y yo doy vueltas, bailo y me vuelven a meter. Solo era eso, una necia. Pero no fue mi intención, y tú también tuviste la culpa. No debiste comprar esa botella de vino.

En primera instancia no debiste de haber llegado tan efusivo ese día y querer celebrar por todo. Ni siquiera sabías como estaba yo, no me preguntaste, como siempre. Yo hacía las preguntas, tú me respondías. Cuando ya no tenía más que decir, entonces se formaba ese silencio que casi siempre nos ahogo a ambos en las noches de largas conversaciones por teléfono. Silencios que a veces eran palabras no dichas por orgullo, silencios a veces mortales que demostraban la incomodidad de cada uno.

Desde ese día dejaste un vacío en la casa, tan profundo como el abismo que un día saltamos, tan largo como el viaje que nunca realizamos, tan inmenso como este universo y la galaxia y las estrellas, tan perfecto como el día en que te vi por primera vez y supe que si te tenía ahora, algún día te ibas a ir. No todo lo bueno dura para siempre. Tú eras demasiado bueno, yo era muy torpe. Pero eso no quería decir que debías tratarme como una mula, era persona, y también sentía. Ya no importa, ya te has ido, y aunque el individual, el dentífrico, la almohada y ese espectro que queda de ti me persigan casi acosándome, un día de estos barreré la casa, limpiare el individual, botaré el dentífrico y también tiraré la almohada al piso, porque como sabes, odio dormir con ellas. Y si te gustaría saberlo, las paredes del departamento ya no extrañan tu voz, pero mis oídos piden a gritos volverte a escuchar.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me encantoooo, simplemente sin palabas