La cuerda torcida

-¿Me vas a decir qué te pasa?

-No tengo nada-respondió tratando de fingir una sonrisa.

-A mí no me parece

-Estoy bien, lo prometo-ahora sonreía con más claridad, mientras dejaba su libro a un costado, para asegurar que estaba prestando interés a las palabras.

-Bueno, cualquier cosa puedes contarme, ya sabes.

Sonrió cálidamente.

Era mentira, era claro. Pero el problema es que no había razón para estar en ese estado tan sombrío. Ella tumbada en la cama, mirando hacía el techo, trataba de buscar las respuestas a sus propias preguntas. Se enredaba la cabeza con mil y un historias, pero aún así no conseguía salir de ese estupor. Y el cuerpo, que se le escarchaba cuando pensaba en él. Había tenido días peores, y esta semana había sido una de las mejores para ella, solo que la inmensa tristeza había llenado su habitación una vez más y ella en vez de salir, se sumergía más en ella. Como un pozo sin fondo, como un agujero sin salida.

adiós dosmilocho

vete con todo lo bueno y lo malo

que yo no miraré para atrás.